Dicen que la juventud de una mujer se nota en la suavidad de su piel, en la frescura de su sonrisa, en lo luminoso de su mirada, en la naturalidad de su risa, en esos pequeños detalles que la convierten en un rayo de luz capaz de iluminar el día más gris. Yo soy así: un rayo de luz que contagia alegría y que convierte cualquier tiempo compartido en un recuerdo tan imperecedero como grato. Quienes me conocen saben de mi dulzura y de mi capacidad para crear instantes mágicos. Para ellos, mi nombre, Martha, es sinónimo de gozo.